Apenas el Sol

Apenas el Sol.

Película en el FICX.

Sobre el pueblo indígena ayoreo en Paraguay.

El título apela a una de las expresiones en el documental: en el mundo blanco al que les obligaron a sobrevivir sacándolos violentamente de su Selva, todo cuesta, a todo se pone precio, aunque todavía no al Sol.

Al Sol al que le cantaban sus antepasados, subiéndose a los árboles para estar más cerca.

La organización del FICX tuvo un fallo grueso: sabía dos días antes que la directora no había podido llegar pero no avisó a la CODOPA, que habría podido preparar otro tipo de presentación más amplia, y hacer coloquio con los jóvenes presentes en el Cine.

Y daba para ello y más.

La proyección (se dijo al principio a toda velocidad) es fruto de una recuperada colaboración entre el FICX y la Codopa-Coordinadora de ONGd.

El protagonista de la peli es el pueblo ayoreo, habitante del Gran Chaco.

Y Sobode Chiqueno, renombrado Mateo por los blancos, que va hilando las historias que él mismo había ido grabando en unas cintas, y protegidas precariamente del polvo abundante del Chaco desforestado.

Arami Ullón, la directora, como decimos no pudo llegar y las preguntas preparadas no pudieron hacerse.

Así, a la agobiante sensación de impunidad por el despojo histórico y actual a uno de los pueblos indígenas, se suma el no haberse podido complementar con la rica tarea y experiencia cinematográfica de rescatar sus memorias colectivas.

La promoción de la cinta relata cómo este trabajo “va” a los Óscar norteamericanos, representando al Paraguay.

Pero ¿quiénes son los ayoreo y cuál es la verdadera historia de la película que ayer se proyectó en Xixón y hoy de nuevo puede volver a verse?

Este pueblo indígena habita en Bolivia y en Paraguay. Tal vez casi la mitad en cada uno de los actuales estados, y como otro pueblos fronterizos, sus circunstancias, tras la creación de fronteras hace dos siglos, son diferenciadas: pareciera que en “las tierras bajas” del Estado Plurinacional de Bolivia las comunidades ayoreas hayan sido un poco más respetadas y tienen sus organizaciones y autoridades más consolidadas.

En común tienen todo lo demás: la lengua, la cultura, el despojo sufrido, y el que existan todavía comunidades que no han querido ser contactadas, para intentar protegerse de la violencia de los blancos: de su sarampión que los diezmó, de sus religiones impuestas que los aculturaron y distanciaron de su Selva viviente.

Las personas ancianas que contertulian con Sabode Chiqueno memorializan ese tiempo antiguo. Años 70, 80 y 90. Los cazaban con lazo, los exhibían en los puertos del río, los sacaban de la Selva para llevarlos a un Chaco de polvo y ventarrones, cuyas tierras eran todas de blancos, donde no pueden cazar, donde sobreviven en una miseria de 32 dólares al mes, cuando el salario mínimo del Paraguay es diez veces superior.

Y hablan de los salesianos, los primeros padres blancos que los sacaron de sus territorios, de los menonitas, que se hicieron con sus tierras, de los evangélicos, que les inculcan que sus dioses primitivos eran diablos y que deben conformarse con un supuesto Jesús que los “integra” a la civilización verdadera: la de la pobreza extrema a la que los obligan, cuando antes el concepto y la condición de pobreza en la Selva poderosa no lo conocían, cuando sus territorios abarcaban 300mil hectáreas, 30 veces Asturias, para unas cincomil personas Libres.

La escena final de la película es un incendio.  Un incendio como los que provocan “los blancos” ganaderos y cultivadores de soja transgénica a gran escala. Ahora muchos de esos terratenientes en Paraguay son empresarios brasileños. Y de Brasil llega también el incendiario Bolsonaro, que como se ha mostrado en la reciente COP-cumbre del clima en Escocia, ha deforestado, solo en este año, 13300 km cuadrados de Selva, la mayor superficie destrozada en los últimos 15 años.

La película de Arami Ullón dice que destina un porcentaje a una asociación, la Amotocodie, una ong ambiental que acompaña a los ayoreo https://www.iniciativa-amotocodie.org/   Desde esta entidad se reporta que el pueblo ayoreo es el que mayor deforestación soporta en el mundo.

Que el cerro siete cabezas (sitio sagrado Cucaani) es objeto, ahora mismo, de un intento masivo de despojo con destino a la soja transgénica que alimentaría a las vacas de Europa, y al narcotráfico.  Pese a que el sitio tenga medidas cautelares para evitar la destrucción de su patrimonio histórico y cultural, las invasiones de tierras, la tala ilegal, avanzan sin parar y sin que los jueces hagan caso a las denuncias del pueblo ayoreo, en base a los Derechos de la 169 de la OIT y de la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas de 2006, suscritas por el gobierno paraguayo. Tales legislaciones internacionales sustentan también los derechos a no ser molestados por parte de las comunidades en aislamiento voluntario o no contactadas como ocurre con muy poquitas de las ayoreas, a las que sí ha llegado noticia y aviso de lo sufrido por sus parientes “integrados” a la civilización blanca y depredadora.

Ayoreo parece significar hombres verdaderos (personas). Y éstos llaman a los blancos cojñone. («los que hacen cosas raras, sin sentido»).

No pudo asistir a la proyección el indígena embera dovida Jaime Mecheche, por encontrarse en conferencia en Burgos. Tal vez hubiera comparado al cerro siete cabezas-Cucaani con el Cerro Caraeperro de su territorio, donde se ha dado una pelea victoriosa contra empresas mineras del cobre, pero donde siguen las amenazas de despojo y desplazamiento forzado, estos días masivos, hacia la frontera del Panamá. (Ayoreos entre Bolivia y Paraguay, Emberas entre Colombia y Panamá..). Es decir cuántas similitudes, en pueblos biodiversos, cuidadores del territorio, y cuánta desazón y desarmonía cuando los obligan a salir de sus Selvas para mal habitar comunidades sin tierras y sin referentes vitales.

Ojala que la proyección en Xixón, ojala que la divulgación de la película, tenga no solamente el carácter “antropológico”, sino que contribuya a reforzar las organizaciones propias, autónomas, de las comunidades ayoreas, y recuperar parte de su soberanía robada. En la defensa de sus territorios, culturas y formas de vida.

Desde “afuera”, desde nuestro mundo de la sociedad envolvente luchan la UNAP (Unión de Nativos Ayoreo del Paraguay) y la OPIT (Organización de grupo local Ayoreo Totobiegosode) incansablemente por la protección, la recuperación y el reconocimiento legal de los territorios que ya son de ellos porque siempre lo fueron. Y tratan de dar fuerza a sus hermanos invisibles, que hacen el mismo trabajo “desde adentro”: evitar que el monte se apague.

*El territorio ayoreo fue epicentro también de la terrible y sangrienta Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia en los años 30. Eso los obligó a huir a otros territorios y confrontar anómalamente con otros pueblos indígenas chiquitanos. Mucho antes ya habían padecido las reducciones-misiones jesuíticas. Y después, el relato que se hace en la película: salesianos, menonitas, evangélicos que los adoctrinan para convencerles de su obligada sedentarización.

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